“Sembré en la estéril arena,
cogí vergüenza y afán”
(Francisco de Quevedo)
El análisis inmediato de los
resultados electorales suele dejar algunas perlas que no son otra cosa que el
estertor final del relato construido por cada partido durante la campaña
electoral. Al mismo tiempo, en la misma noche electoral la ciudadanía puede
percibir claramente quién se considera el auténtico ganador (no el vencedor) de
las elecciones. Las elecciones celebradas ayer en Castilla y León no son una
excepción y ambas cuestiones se visibilizaron en la noche de ayer y continúan
visibilizándose a lo largo de esta mañana perfectamente. Para cuando el
vencedor de las elecciones salió a comparecer, primero con Fernández Mañueco
desde Salamanca y después con García Egea desde Génova, el ganador ya había
salido en Valladolid, cantando bajo la
lluvia, a decir que las urnas le habían dado el mandato de formar gobierno (insisto,
Abascal dijo “formar gobierno” no
dijo “apoyar a …”) en Castilla y León
y que iban a ocupar la vicepresidencia. Directo al grano, sin dudas ni relatos.
La comparecencia posterior del PP para explicar
su relato (se conoce que tardaron lo suyo en hacerlo, quién sabe si por algún
fallo informático de conexión entre la sede en venta y el cuartel general de
Mañueco) pilló a VOX ya camino de irse a dormir con el descojone, la hilaridad
y ciertas dosis de mofa dibujadas en sus caras.
Vamos a los datos. El PP ha sido el
vencedor de las elecciones en Castilla y León obteniendo 31 escaños, dos más de
los que tenía, y un total de 378.896 votos, 55.000 menos de los obtenidos en
2019. El PSOE ha sido la segunda fuerza en número de escaños con 28, 7 menos de
los 35 alcanzados en 2019 que lo habían convertido en el partido vencedor, y
con 362.304 votos, apenas 16.500 votos menos que el PP pero 117.000 menos que
los obtenidos en 2019. Sin duda un mal resultado. VOX ha sido la tercera fuerza
política con 13 escaños, 12 más de los que tenía, y 212.605 votos, casi 137.000
más de los alcanzados en 2019. La que era hasta ahora tercera fuerza con 12
escaños, Ciudadanos, se convierte ahora en quinta fuerza por número de votos,
54.186 frente a los 205.850 de 2019, con una pérdida de más de 151.000 votos,
pero en sexta fuerza por número de escaños al situarse solo con 1 tras la
pérdida de 11 de los que tenía. UNIDAS PODEMOS es cuarta fuerza en votos con
61.290, tras haber perdido casi 40.000 votos con relación a 2019, y se sitúa en
séptima fuerza por número de escaños, con 1 solamente tras la pérdida de otro
escaños de los 2 que tenía, con el agravante de haberlo hecho tras la unión de las
candidaturas de IU y PODEMOS en estas elecciones tras haber concurrido
separadas en 2019. Unidos han sacado menos que separados. Parece necesaria una
reflexión tanto de estrategia como de nomenclatura. Veremos. Y como análisis
final están las candidaturas provinciales vinculadas a ese movimiento emergente
al que se denomina España vaciada.
Particularmente SORIA YA, porque UPL y POR ÁVILA ya contaban con representación
en la Junta de Castilla y León. SORIA YA y Unión del Pueblo Leonés alcanzan los
tres escaños cada uno y POR ÁVILA mantiene el que ya tenía. En número de votos
el crecimiento es de casi 24.000 para UPL y de algo más de 4.000 para POR
ÁVILA. SORIA YA es la primera vez que se presenta a unas elecciones y su carta
de presentación son 18.390 votos, un 42,57% de los votos del total de la provincia,
con el dato añadido del resultado en Soria ciudad en el que obtuvo 9.045 votos,
un 50,34% de los votos emitidos. Una auténtica barbaridad.
Los datos dan para un sinfín de
interpretaciones, una por partido contendiente como mínimo y hasta dos o más en
función del cambiante relato de alguno de los contendientes, porque hacen falta
relatos cambiantes para justificar un adelanto electoral convocado con el objetivo de
borrar del mapa a tu socio de gobierno autonómico, afianzar el poder interno del jefe de tu partido y hacerlo cabalgar a lomos de los resultados en los territorios hacia la Moncloa. Y como para el PP lo menos importante ha sido el interés de la ciudadanía los relatos se van adaptando a sus exclusivos intereses partidistas. Primero que las encuestas te dan mayoría
absoluta, luego que basta una mayoría suficiente, más tarde que si hay que pactar
con VOX se pacta, para finalizar en la noche electoral diciendo que vas a
hablar con todos, incluidos a los que llevas tildando de socialcomunistas y
deslegitimando desde 2018 y a los que hasta hace cuatro días excluías políticamente
en Castilla y León con el argumento de su asimilación con los independentistas
al conjunto de España. Cuatro relatos distintos a falta del único real, el
quinto, que es que VOX es indispensable para que el PP pueda formar gobierno en
Castilla y León. Abascal salió, se lo dijo alto y claro a Casado, le empezó a
formar el gobierno a Mañueco por la vicepresidencia, Espinosa de los Monteros
hizo alguna chanza por las televisiones con amplia sonrisa en la cara y se
fueron a dormir mientras Egea intentaba adaptar, una vez más, el relato.
El PP va a incluir por primera vez en
un gobierno a una fuerza contraria al Estado de las Autonomías, contraria al
título VIII de la Constitución Española. Por mucho que se intente disfrazar el
proyecto de VOX como centralista el efecto sobre el modelo constitucional será
demoledor, porque el planteamiento de VOX, explicitado abiertamente ayer en la
noche electoral con ese guiño a los “nuevos
movimientos” (UPL tiene representación en la Junta de Castilla y León desde
1995) es el de reforzar las estructura de las diputaciones provinciales como única
estrategia de acción para atender las demandas de esas plataformas. Las plataformas
provinciales a las que Pablo Casado acusó de “marcas blancas del PSOE” durante la campaña, utilizadas por VOX
como argumento de recuperación de unas instituciones decimonónicas, las diputaciones
provinciales, que el franquismo utilizó como instrumento de un régimen centralista, corrupto y clientelar. Y todo ello, construyendo el
imprescindible relato para embridar una realidad política hasta cierto punto contradictoria, porque nace de unas
plataformas que tienen su mayor caladero de votos proveniente del PSOE que es el único
partido que ha introducido en la agenda política una estrategia nacional trasversal
de varios ministerios frente al reto demográfico que supone el despoblamiento territorial,
el envejecimiento y los efectos de la población flotante, entre otros. El
ejemplo de SORIA YA es ilustrativo. El PSOE lleva obteniendo mayoría absoluta
en Soria capital en las elecciones municipales desde 2011 con un porcentaje de
voto medio en los últimos diez años del 47,5% del voto habiendo alcanzado el
porcentaje más alto en 2019 con el 49,52 %. En las autonómicas de 2019 el PSOE
obtuvo en Soria capital un porcentaje de votos del 48,13 % para la candidatura
de Luis Tudanca mejorando en 13 puntos porcentuales el 35,57% alcanzado en las
de 2015. Que Soria en conjunto, y particularmente Soria capital, vota socialista
es un hecho incontrovertible con los datos en la mano. Hasta que ayer el
porcentaje de voto de SORIA YA alcanzó el 50,34 % en Soria capital y el 42,57%
en el conjunto provincial. Parece claro de dónde proviene la fuerza electoral
que ha llevado a la hasta ahora plataforma vecinal a alcanzar los 3 escaños que
ayer logró. Y eso quien primero debe analizarlo, sin duda, es el PSOE. Pero
también la propia SORIA YA, porque pasar de las musas al teatro debería conllevar
indefectiblemente un cambio de discurso que vaya más allá de las legítimas
reclamaciones para su provincia. Son un apetecible y goloso espacio al que ya
le han enviado cantos de sirena PP y VOX. El primero en forma de propuesta de
diálogo tras haberlos comparado con “bildu-etarras
y separatistas” en campaña y el segundo en un formato más sibilino
vinculado al discurso centralizador anclado en la defensa de las esencias patrias que representan las gentes de esas
tierras abandonadas por quienes quieren acabar con la nación española,
Abascal dixit. SORIA YA deberá decidir sobre la preponderancia de la
Constitución, de su título VIII, y deberá calibrar el valor de las promesas de
diálogo, que ahora nacen al albur de esta explosión de apoyos, de quien lleva
35 años gobernando en Castilla y León sin más ocupación hacia sus
planteamientos vecinales que haber puesto en marcha el ventilador de la
equiparación en clave nacional con “filoetarras
y separatistas”, justo la misma acusación vertida por el PP contra el
partido del que SORIA YA toma el mayor caladero de sus votantes, el PSOE.
La izquierda tiene un problema. No es
capaz de sacar rentabilidad de las políticas que desde el Gobierno de España
está desarrollando y que cuentan con un respaldo mayoritario entre la opinión
pública. El estudio de Enero 2022 del diario EL PAÍS y la SER recogía un apartado de valoración de políticas
públicas en el que el porcentaje de población que valoraba entre Bien o Muy
bien medidas como la reforma de las pensiones estaba en el 36%; la reforma
laboral en el 39%; el Ingreso Mínimo Vital en el 53%; los ERTES y la
prohibición de despido durante la pandemia en algo más del 60%; o la subida del
Salario Mínimo Interprofesional en el 61%. Si vamos a medidas sociales y/o
medioambientales nos encontramos con porcentajes de valoración de Bien o Muy
Bien como el 64% respecto a la Ley de Eutanasia; el 55% respecto a la Ley de
Igualdad efectiva de las personas LGTBI; el 45% en la Ley de Cambio Climático y
Transición Energética o el 39% en la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana
(la ley mordaza). Si nos vamos a la valoración sobre las medidas destinadas a
combatir la Covid-19 encontramos porcentajes de valoración entre Bien o Muy
bien del 63% en la estrategia de vacunación; del 55% respecto a la declaración
del Estado de Alarma y el confinamiento estricto o de algo más del 35% en el
desarrollo de la cogobernanza con las Comunidades Autónomas. Respecto a la
valoración de las sociedad española sobre la capacidad de los distintos
partidos ante los grandes retos del futuro en los próximos dos años, nos
encontramos con que el PSOE es el partido en el que más confía la ciudadanía
con valoraciones que van desde el 22% en temas como el futuro de las pensiones,
la mejora de la economía, la creación de empleo o la digitalización y
robotización de la economía productiva, hasta por encima del 25% en el uso de
los fondos europeos del plan Recuperación y Resiliencia. Si vamos a la
valoración de los retos de futuro respecto a políticas sociales y de
convivencia de nuevo el PSOE es el partido en el que más confianza deposita la
ciudadanía con porcentajes como el 21,6 % en la lucha contra la crisis
climática; del 22% en políticas que hagan frente a las desigualdades sociales y
la pobreza; de un 22,5% para combatir las desigualdades entre hombres y mujeres;
del 23,8% en el cuidado de la Democracia y nuestras normas de convivencia o del
26,5% de capacitación en la lucha contra la Covid-19. Todas las anteriores son medidas incorporadas y legisladas
por el Gobierno de España, son principios sobre los que se asienta la acción de
gobierno o son atribuciones ideológicas sometidas al escrutinio electoral
democrático sobre cuyo resultado se acabó conformando el gobierno de coalición
de PSOE y UNIDAS PODEMOS presidido por Pedro Sánchez. Sin embargo, el mismo
estudio demoscópico recoge unos datos de valoración del gobierno de coalición
que entran en abierta contradicción con la valoración de sus políticas. Casi un
67% de la población lo considera dividido; un 60% inestable; algo más del 46% inflexible; alrededor del 54%
lo califica como incompetente; un 66% incumplidor y un 58 % no receptivo. La
nota más positiva de esta valoración es el 46 % que lo considera
dialogante. Esta dicotomía entre la alta valoración porcentual de las políticas
públicas desarrolladas por el Gobierno de España y la baja valoración del
propio gobierno como tal es un efecto contradictorio y, sin ningún género de
dudas, el problema más acuciante y urgente de solucionar al que se enfrenta la
izquierda de nuestro país. Desde luego no ayuda a encontrar esa solución la sensación
de permanente competición que genera la necesidad de marcar agenda propia que
destila el núcleo duro de PODEMOS en una gran mayoría de los proyectos y
medidas del gobierno. Como tampoco lo hace la constante necesidad de certificar
los comportamientos puros de
izquierda de la que se corona quien nació con la intención de asaltar los
cielos, pero que en cada contienda electoral se ve cada vez más
irremediablemente empujado hacia los infiernos, en poética asimilación con
aquella otra nueva política que
también pretendía representar Ciudadanos. Recuerdo aquel programa en el que
Évole juntó en una cafetería de Vallecas a Rivera e Iglesias en vísperas de las
elecciones de abril de 2019. Apenas tres años después a uno lo tachan de vago profesional y el otro está de
vuelta en sus ventanas mediáticas desde las que seguir pontificando. Y Évole con
otro programa diferente. Espero que la cafetería siga abierta. Decía Hannah
Arent que ejercer la política es preocuparse del otro, de su bienestar. Es
algo en lo que la socialdemocracia europea se lleva afanando y sobre lo que
lleva legislando desde el final de la II Guerra Mundial y que en España ha
representado el PSOE, con las acciones políticas desarrolladas durante los gobiernos
de González y Zapatero y con las que ahora Pedro Sánchez da continuidad con el
objetivo de su consolidación y mejora. Como contraposición a esa socialdemocracia reformista, pensando en el futuro más inmediato que se nos presenta por delante,
me atrevería a exponer a la consideración de Yolanda, como aportación en positivo a su proyecto, que esas esquinitas que
tan alegremente ha dejado para otros, tienen más que ver con la gestión de egos de
sus más cercanas que con la gestión de expectativas del espectro político trasversal de amplia escucha que desea vendernos. Vistos determinados comportamientos personales y a la luz de los análisis de los resultados electorales, no estaría de más que lo tuviera en cuenta.
La salida del laberinto en el que el
PP se ha metido con el caprichoso adelanto electoral en Castilla y León,
promete un cierto parecido con aquél en el que algunos conspicuos militares,
políticos aristócratas y conservadores
alemanes metieron al viejo y estimado Hindenburg de la República de Weimar en
la Alemania de los años 30. Von Papen, Schleicher y otros consideraban que la
manera más eficaz de controlar y utilizar al creciente nacionalsocialismo era amansarlo introduciéndolo en los
mecanismos del Estado. La respuesta de ese error de cálculo nos la ha dictado
la historia. No hace falta decir más. Introduciendo en el sistema a quién no
cree en él más que para dinamitarlo desde dentro equivale a otorgarles que sean
ellos quienes controlen a los demás y quienes perviertan las reglas de juego
para impedir, una vez dentro, que cualesquiera otros les eche de allí. Porque
el único objetivo que tienen es acabar con una democracia en la que no creen,
con una libertad de pensamiento y de actitud política, religiosa, sexual,
identitaria, en las que tampoco creen, o con una Unión Europea que detestan
porque no controlan. Y por eso en ningún país de nuestro entorno europeo, desde
la izquierda a los conservadores, se pacta con la extrema derecha. En ninguna
parte y bajo ninguna circunstancia. Ni Merkel, ni Macron, ni Scholtz, ni
Holanda, ni Suecia, ni Noruega, ni …
Y en España, como única salida al laberinto en el que el PP se ha metido,
nos ha metido como país, porque esto afecta a mucho más que a Castilla y León,
estamos más cerca de ver a la ultraderecha de VOX gobernando. “Formar gobierno” dijo ayer Abascal. Y
hoy lo reafirmó su candidato en Castilla y León dejando claro qué quieren,
cuándo lo quieren y cómo lo quieren. La medida de la tamaña estupidez de Casado
y sus huestes pensando en su exclusivo interés partidista, frente a Ayuso en lo
orgánico y como táctica copiada de VOX para asaltar la Moncloa, es este lodazal
de la entrada en el gobierno de la ultraderecha. De aquellos polvos, estos
lodos. Aunque a la manera quevediana suena mejor, “Sembré en la estéril arena, cogí vergüenza y afán”. Aún estamos a
tiempo de reaccionar como sociedad y revertir la situación, pero debemos
comenzar ya.