miércoles, 24 de agosto de 2022

COMUNICACIÓN Y REDES SOCIALES. SABIOS, SABELOTODO Y BUFONES

"Para comunicarnos efectivamente, debemos darnos cuenta de que todos somos diferentes en la forma en que percibimos el mundo, y usar ese conocimiento como guía para comunicarnos con otros"

(Tony Robbins)                                                  


Cuando estalló la pandemia por el covid allá por la primavera de 2020 reconozco que era una de esas personas que pensaban que aquella situación nos ayudaría a sacar lo mejor del fondo de nuestro ser humano. Tenía el convencimiento de que aquella grave crisis que nos venía encima y afrontábamos como sociedad iba a traer algo bueno. Sacaría lo mejor de nosotros mismos, de nosotras mismas. Me equivoqué.

En lugar de avanzar de la mano, con unidad, remando en la misma dirección para salir adelante y vencer la pandemia y sus consecuencias, enseguida pudimos visualizar a través de las pantallas de las distintas cadenas de televisiones la pléyade de todólogos y todólogas que surgieron para aconsejarnos y transmitirnos sus opiniones, convertidas en oráculos, sobre la evolución de la pandemia, sobre las medidas que debían tomarse, sobre lo mal, o muy mal, de las medidas que los gobiernos adoptaban. Y todo ello acabó transmutándose a la cotidianidad de nuestras vidas a través de las plataformas tecnológicas, de las redes sociales o de las ventanas de nuestras casas cuando aquellos aplausos ya olvidados, y a la calle y los chigres cuando volvimos a estar en disposición de ocupar nuestros espacios habituales de nuevo. Lo llamativo es que una pandemia después, un proceso de vacunación después, un volcán en erupción después, una guerra de Putin en Europa después y en la crisis actual que esa guerra genera, en la gran mayoría de los casos, el método no ha variado y siguen siendo los mismos todólogos quienes opinan y pontifican sobre todo. Saben de todo y lo saben todo

Esa sabiduría total también es algo que seguimos teniendo en lo más cercano. En nuestras redes sociales, por ejemplo, que son esa moderna inquisición tecnológica a la que tanto nos hemos aficionado en sus diferentes y cada vez más variadas modalidades. Facebook quizá sea la paradigmática aunque no es la única, pero sí la que tiene una mayor proyección entre nuestras personas más cercanas.

La postmodernidad nos ha brindado por doquier información en grandes cantidades y en ritmos incontrolables lo que posibilita que muchas personas expresen sus saberes y los compartan con el resto de la humanidad. Y eso no es un problema en sí mismo, al contrario. Lo cuestionable viene después. O, quizá, antes. Lo problemático se genera en el momento mismo en que una persona decide compartir sus saberes y decide también sus porqués para hacerlo. Infinitas son las razones que nos mueven a compartir nuestros saberes, seguramente una por persona que lo haga. Pero del tenor de lo compartido, del estilo con el que se hace, de la metamorfosis profunda de opinión o recomendación a obligación que en la inmensa mayoría de las ocasiones acaba surgiendo del fondo de lo escrito, surge la percepción (a mí me surge la percepción) de una toxicidad latente en todas y cada una de las palabras utilizadas. Ahí sitúo el problema porque esa toxicidad es el mensaje en sí mismo, más que el propio contenido de lo que se quiere expresar/compartir. Que me perdone McLuhan, pero en este caso el mensaje es el medio. Con la presuntuosidad propia de quien enarbola como bandera de meritocracia su instrucción académica (refrendada en caso de haber finalizado los estudios con una amplia referencia al currículo, o bien con el tan socorrido “estudios de …” en el caso de no haber alcanzado a hacerlo), o bien con la soberbia y el engreimiento de la proclamación como “autodidacta”, surge una panoplia de individuos, tipejos en algún caso, que nos desbordan en conocimiento a los sencillos mortales y vomitan en nuestros muros, entradas y/o conversaciones sus retahílas de profundidad de los temas, que son absolutamente todos, en los que se han hecho especialistas gracias a su instrucción y preparación. Saben de todo y lo saben todo.

Tengo pergeñado un pequeño esquema de la tipología de estos seres que navegan por las redes sociales. Un método casero, muy de andar por casa, para ordenar en mi esquema mental a estos cookies funcionales que nos regalan el almacenamiento de sus amplios conocimientos sin pedirnos nada a cambio. Basta con aguantarlos.  Establezco tres categorías de galletitas del conocimiento en RRSS: Sabio, sabelotodo y bufón. Los sabios existen, sin duda. Son una minoría, pero existen. Y aportan, a mí por lo menos, momentos de reflexión y oportunidades de intercambio de ideas. La patita siempre les acaba saliendo, pero el sabio posibilita que más personas se expresen y compartan con el resto; el sabio reconoce en los demás un aporte valioso en lo que le comparten (aunque no siempre, es cierto); el sabio, en fin, reconoce la diferencia y respeta (es la palabra clave) el mundo del otro pese a lo que considere equivocaciones de esa otra persona. Los sabelotodo abundan más que los sabios. Presumen de ser sabios, se esfuerzan y aparentan ser cultos, pero elevan sin complejos su, ciertamente existente, instrucción en temas específicos a la categoría de conocimiento universal. El sabelotodo jamás se acerca a otras opiniones por su propio contenido o interés, si no porque tiene el convencimiento de la menor valía de todo lo que el resto de personas pueda compartirle y, por supuesto, opinar y pensar. Al sabelotodo le fascina tener el protagonismo. Vive encerrado en su mundo autocomplaciente en el que se autoalimenta con sus propias especulaciones de la realidad y acaba incrustado en un círculo, en una burbuja en el que solo cabe el que piensa, opina y cree como él. Jamás reconocerá su autoengaño porque tiene el convencimiento de que su pragmatismo y altura intelectual están muy por encima de la del resto de los sencillos mortales. El bufón añade a las características del sabelotodo algunas píldoras (bueno, bastantes píldoras más) de arrogancia y soberbia que lo esclavizan a una necesidad imperiosa de enaltecimiento y aplauso, porque en el fondo los necesita para ser feliz, para intentarlo al menos. Y como nunca los logró por ser él mismo, necesita el refrendo del engrandecimiento desmedido y la loa impostada que lo proyectan a la auténtica imagen de sí mismo, la del bufón de la corte. Creerse gracioso, decirse desacomplejado o definirse un hábil y directo comunicador, son algunas de las características de quien se sabe el tonto útil que sus seguidores esperan leer para lanzar mandobles a diestro y siniestro, pero jamás lo reconocerá porque está encantado de serlo. Me quiero reír, pero no tengo ganas de esforzarme así que haz algo gracioso o escribe en RRSS algo que me incite a despotricar. Ahí entra el bufón. En la corte en su momento o en facebook ahora. En 2019 coincidiendo con el segundo centenario de su inauguración, el Museo del Prado realizó una encuesta uno de cuyas conclusiones fue que Las Meninas es el cuadro más reconocido del museo por parte del conjunto de los españoles. Clarificador. Velázquez pinta a la infanta Margarita rodeada de sus damas de honor, de sus Meninas, y de otros personajes al servicio de su entretenimiento. Costumbrismo cortesano del siglo XVII, remedo de tantas otras situaciones de grandes familias que en la España de los siglos posteriores elevó a esta España nuestra a alguna de las más bajas cotas de dignidad personal y familiar. ¡Milana bonita! Y ese, justo ese espacio donde Velázquez pintó a Las Meninas, en la algarabía de indignidades y revolcones personales con que el entretenedor soporta misteriosamente las chanzas y risotadas del entretenido,  es el que necesita el bufón de las redes sociales, sin saberlo (¿o sí?), para desarrollarse como influencer. Freelance, claro, para no estar sometido a nada ni a nadie. Ponga un Nicolasito Pertusato en su lista de amigos en facebook. Abundan, hay más de los que pensamos.

En estos tiempos recios y en los que están llegando que lo serán aún más se hace imprescindible eliminar la arrogancia y la prepotencia de nuestra manera de actuar, de nuestro modo de estar en el mundo y de nuestra forma de Ser. Y aplicarlo en las redes sociales, desde luego, pero sobre todo en nuestras vidas personales, en nuestro día a día, en nuestras relaciones con el resto de personas que conformamos la sociedad y el mundo que nos ha tocado vivir y contribuimos a construir. Ese es nuestro mejor presente y será nuestro mejor legado. Y si solamente fuera una cuestión de sabiduría y conocimiento, que no lo es, una reflexión final: seremos más sabios no cuanto más sepamos si no cuanto más estamos dispuestos a compartir con los demás.  


lunes, 14 de febrero de 2022

MEDIR LA ESTUPIDEZ

“Sembré en la estéril arena,

cogí vergüenza y afán”

(Francisco de Quevedo)

El análisis inmediato de los resultados electorales suele dejar algunas perlas que no son otra cosa que el estertor final del relato construido por cada partido durante la campaña electoral. Al mismo tiempo, en la misma noche electoral la ciudadanía puede percibir claramente quién se considera el auténtico ganador (no el vencedor) de las elecciones. Las elecciones celebradas ayer en Castilla y León no son una excepción y ambas cuestiones se visibilizaron en la noche de ayer y continúan visibilizándose a lo largo de esta mañana perfectamente. Para cuando el vencedor de las elecciones salió a comparecer, primero con Fernández Mañueco desde Salamanca y después con García Egea desde Génova, el ganador ya había salido en Valladolid, cantando bajo la lluvia, a decir que las urnas le habían dado el mandato de formar gobierno (insisto, Abascal dijo “formar gobierno” no dijo “apoyar a …”) en Castilla y León y que iban a ocupar la vicepresidencia. Directo al grano, sin dudas ni relatos. La comparecencia posterior del PP para explicar su relato (se conoce que tardaron lo suyo en hacerlo, quién sabe si por algún fallo informático de conexión entre la sede en venta y el cuartel general de Mañueco) pilló a VOX ya camino de irse a dormir con el descojone, la hilaridad y ciertas dosis de mofa dibujadas en sus caras.  

Vamos a los datos. El PP ha sido el vencedor de las elecciones en Castilla y León obteniendo 31 escaños, dos más de los que tenía, y un total de 378.896 votos, 55.000 menos de los obtenidos en 2019. El PSOE ha sido la segunda fuerza en número de escaños con 28, 7 menos de los 35 alcanzados en 2019 que lo habían convertido en el partido vencedor, y con 362.304 votos, apenas 16.500 votos menos que el PP pero 117.000 menos que los obtenidos en 2019. Sin duda un mal resultado. VOX ha sido la tercera fuerza política con 13 escaños, 12 más de los que tenía, y 212.605 votos, casi 137.000 más de los alcanzados en 2019. La que era hasta ahora tercera fuerza con 12 escaños, Ciudadanos, se convierte ahora en quinta fuerza por número de votos, 54.186 frente a los 205.850 de 2019, con una pérdida de más de 151.000 votos, pero en sexta fuerza por número de escaños al situarse solo con 1 tras la pérdida de 11 de los que tenía. UNIDAS PODEMOS es cuarta fuerza en votos con 61.290, tras haber perdido casi 40.000 votos con relación a 2019, y se sitúa en séptima fuerza por número de escaños, con 1 solamente tras la pérdida de otro escaños de los 2 que tenía, con el agravante de haberlo hecho tras la unión de las candidaturas de IU y PODEMOS en estas elecciones tras haber concurrido separadas en 2019. Unidos han sacado menos que separados. Parece necesaria una reflexión tanto de estrategia como de nomenclatura. Veremos. Y como análisis final están las candidaturas provinciales vinculadas a ese movimiento emergente al que se denomina España vaciada. Particularmente SORIA YA, porque UPL y POR ÁVILA ya contaban con representación en la Junta de Castilla y León. SORIA YA y Unión del Pueblo Leonés alcanzan los tres escaños cada uno y POR ÁVILA mantiene el que ya tenía. En número de votos el crecimiento es de casi 24.000 para UPL y de algo más de 4.000 para POR ÁVILA. SORIA YA es la primera vez que se presenta a unas elecciones y su carta de presentación son 18.390 votos, un 42,57% de los votos del total de la provincia, con el dato añadido del resultado en Soria ciudad en el que obtuvo 9.045 votos, un 50,34% de los votos emitidos. Una auténtica barbaridad.

Los datos dan para un sinfín de interpretaciones, una por partido contendiente como mínimo y hasta dos o más en función del cambiante relato de alguno de los contendientes, porque hacen falta relatos cambiantes para justificar un adelanto electoral convocado con el objetivo de borrar del mapa a tu socio de gobierno autonómico, afianzar el poder interno del jefe de tu partido y hacerlo cabalgar a lomos de los resultados en los territorios hacia la Moncloa. Y como para el PP lo menos importante ha sido el interés de la ciudadanía los relatos se van adaptando a sus exclusivos intereses partidistas. Primero que las encuestas te dan mayoría absoluta, luego que basta una mayoría suficiente, más tarde que si hay que pactar con VOX se pacta, para finalizar en la noche electoral diciendo que vas a hablar con todos, incluidos a los que llevas tildando de socialcomunistas y deslegitimando desde 2018 y a los que hasta hace cuatro días excluías políticamente en Castilla y León con el argumento de su asimilación con los independentistas al conjunto de España. Cuatro relatos distintos a falta del único real, el quinto, que es que VOX es indispensable para que el PP pueda formar gobierno en Castilla y León. Abascal salió, se lo dijo alto y claro a Casado, le empezó a formar el gobierno a Mañueco por la vicepresidencia, Espinosa de los Monteros hizo alguna chanza por las televisiones con amplia sonrisa en la cara y se fueron a dormir mientras Egea intentaba adaptar, una vez más, el relato.

El PP va a incluir por primera vez en un gobierno a una fuerza contraria al Estado de las Autonomías, contraria al título VIII de la Constitución Española. Por mucho que se intente disfrazar el proyecto de VOX como centralista el efecto sobre el modelo constitucional será demoledor, porque el planteamiento de VOX, explicitado abiertamente ayer en la noche electoral con ese guiño a los “nuevos movimientos” (UPL tiene representación en la Junta de Castilla y León desde 1995) es el de reforzar las estructura de las diputaciones provinciales como única estrategia de acción para atender las demandas de esas plataformas. Las plataformas provinciales a las que Pablo Casado acusó de “marcas blancas del PSOE” durante la campaña, utilizadas por VOX como argumento de recuperación de unas instituciones decimonónicas, las diputaciones provinciales, que el franquismo utilizó como instrumento de un régimen centralista, corrupto y clientelar. Y todo ello, construyendo el imprescindible relato para embridar una realidad política hasta cierto punto contradictoria, porque nace de unas plataformas que tienen su mayor caladero de votos proveniente del PSOE que es el único partido que ha introducido en la agenda política una estrategia nacional trasversal de varios ministerios frente al reto demográfico que supone el despoblamiento territorial, el envejecimiento y los efectos de la población flotante, entre otros. El ejemplo de SORIA YA es ilustrativo. El PSOE lleva obteniendo mayoría absoluta en Soria capital en las elecciones municipales desde 2011 con un porcentaje de voto medio en los últimos diez años del 47,5% del voto habiendo alcanzado el porcentaje más alto en 2019 con el 49,52 %. En las autonómicas de 2019 el PSOE obtuvo en Soria capital un porcentaje de votos del 48,13 % para la candidatura de Luis Tudanca mejorando en 13 puntos porcentuales el 35,57% alcanzado en las de 2015. Que Soria en conjunto, y particularmente Soria capital, vota socialista es un hecho incontrovertible con los datos en la mano. Hasta que ayer el porcentaje de voto de SORIA YA alcanzó el 50,34 % en Soria capital y el 42,57% en el conjunto provincial. Parece claro de dónde proviene la fuerza electoral que ha llevado a la hasta ahora plataforma vecinal a alcanzar los 3 escaños que ayer logró. Y eso quien primero debe analizarlo, sin duda, es el PSOE. Pero también la propia SORIA YA, porque pasar de las musas al teatro debería conllevar indefectiblemente un cambio de discurso que vaya más allá de las legítimas reclamaciones para su provincia. Son un apetecible y goloso espacio al que ya le han enviado cantos de sirena PP y VOX. El primero en forma de propuesta de diálogo tras haberlos comparado con “bildu-etarras y separatistas” en campaña y el segundo en un formato más sibilino vinculado al discurso centralizador anclado en la defensa de las esencias patrias que representan las gentes de esas tierras abandonadas por quienes quieren acabar con la nación española, Abascal dixit. SORIA YA deberá decidir sobre la preponderancia de la Constitución, de su título VIII, y deberá calibrar el valor de las promesas de diálogo, que ahora nacen al albur de esta explosión de apoyos, de quien lleva 35 años gobernando en Castilla y León sin más ocupación hacia sus planteamientos vecinales que haber puesto en marcha el ventilador de la equiparación en clave nacional con “filoetarras y separatistas”, justo la misma acusación vertida por el PP contra el partido del que SORIA YA toma el mayor caladero de sus votantes, el PSOE.

La izquierda tiene un problema. No es capaz de sacar rentabilidad de las políticas que desde el Gobierno de España está desarrollando y que cuentan con un respaldo mayoritario entre la opinión pública. El estudio de Enero 2022 del diario EL PAÍS y la SER  recogía un apartado de valoración de políticas públicas en el que el porcentaje de población que valoraba entre Bien o Muy bien medidas como la reforma de las pensiones estaba en el 36%; la reforma laboral en el 39%; el Ingreso Mínimo Vital en el 53%; los ERTES y la prohibición de despido durante la pandemia en algo más del 60%; o la subida del Salario Mínimo Interprofesional en el 61%. Si vamos a medidas sociales y/o medioambientales nos encontramos con porcentajes de valoración de Bien o Muy Bien como el 64% respecto a la Ley de Eutanasia; el 55% respecto a la Ley de Igualdad efectiva de las personas LGTBI; el 45% en la Ley de Cambio Climático y Transición Energética o el 39% en la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana (la ley mordaza). Si nos vamos a la valoración sobre las medidas destinadas a combatir la Covid-19 encontramos porcentajes de valoración entre Bien o Muy bien del 63% en la estrategia de vacunación; del 55% respecto a la declaración del Estado de Alarma y el confinamiento estricto o de algo más del 35% en el desarrollo de la cogobernanza con las Comunidades Autónomas. Respecto a la valoración de las sociedad española sobre la capacidad de los distintos partidos ante los grandes retos del futuro en los próximos dos años, nos encontramos con que el PSOE es el partido en el que más confía la ciudadanía con valoraciones que van desde el 22% en temas como el futuro de las pensiones, la mejora de la economía, la creación de empleo o la digitalización y robotización de la economía productiva, hasta por encima del 25% en el uso de los fondos europeos del plan Recuperación y Resiliencia. Si vamos a la valoración de los retos de futuro respecto a políticas sociales y de convivencia de nuevo el PSOE es el partido en el que más confianza deposita la ciudadanía con porcentajes como el 21,6 % en la lucha contra la crisis climática; del 22% en políticas que hagan frente a las desigualdades sociales y la pobreza; de un 22,5% para combatir las desigualdades entre hombres y mujeres; del 23,8% en el cuidado de la Democracia y nuestras normas de convivencia o del 26,5% de capacitación en la lucha contra la Covid-19.    Todas las  anteriores son medidas incorporadas y legisladas por el Gobierno de España, son principios sobre los que se asienta la acción de gobierno o son atribuciones ideológicas sometidas al escrutinio electoral democrático sobre cuyo resultado se acabó conformando el gobierno de coalición de PSOE y UNIDAS PODEMOS presidido por Pedro Sánchez. Sin embargo, el mismo estudio demoscópico recoge unos datos de valoración del gobierno de coalición que entran en abierta contradicción con la valoración de sus políticas. Casi un 67% de la población lo considera dividido; un 60% inestable; algo más del 46% inflexible; alrededor del 54% lo califica como incompetente; un 66% incumplidor y un 58 % no receptivo. La nota más positiva de esta valoración es el 46 % que lo considera dialogante. Esta dicotomía entre la alta valoración porcentual de las políticas públicas desarrolladas por el Gobierno de España y la baja valoración del propio gobierno como tal es un efecto contradictorio y, sin ningún género de dudas, el problema más acuciante y urgente de solucionar al que se enfrenta la izquierda de nuestro país. Desde luego no ayuda a encontrar esa solución la sensación de permanente competición que genera la necesidad de marcar agenda propia que destila el núcleo duro de PODEMOS en una gran mayoría de los proyectos y medidas del gobierno. Como tampoco lo hace la constante necesidad de certificar los comportamientos puros de izquierda de la que se corona quien nació con la intención de asaltar los cielos, pero que en cada contienda electoral se ve cada vez más irremediablemente empujado hacia los infiernos, en poética asimilación con aquella otra nueva política que también pretendía representar Ciudadanos. Recuerdo aquel programa en el que Évole juntó en una cafetería de Vallecas a Rivera e Iglesias en vísperas de las elecciones de abril de 2019. Apenas tres años después a uno lo tachan de vago profesional y el otro está de vuelta en sus ventanas mediáticas desde las que seguir pontificando. Y Évole con otro programa diferente. Espero que la cafetería siga abierta. Decía Hannah Arent que ejercer la política es preocuparse del otro, de su bienestar. Es algo en lo que la socialdemocracia europea se lleva afanando y sobre lo que lleva legislando desde el final de la II Guerra Mundial y que en España ha representado el PSOE, con las acciones políticas desarrolladas durante los gobiernos de González y Zapatero y con las que ahora Pedro Sánchez da continuidad con el objetivo de su consolidación y mejora. Como contraposición a esa socialdemocracia reformista, pensando en el futuro más inmediato que se nos presenta por delante, me atrevería a exponer a la consideración de Yolanda, como aportación en positivo a su proyecto, que esas esquinitas que tan alegremente ha dejado para otros, tienen más que ver con la gestión de egos de sus más cercanas que con la gestión de expectativas del espectro político trasversal de amplia escucha que desea vendernos. Vistos determinados comportamientos personales y a la luz de los análisis de los resultados electorales, no estaría de más que lo tuviera en cuenta.  

La salida del laberinto en el que el PP se ha metido con el caprichoso adelanto electoral en Castilla y León, promete un cierto parecido con aquél en el que algunos conspicuos militares, políticos aristócratas  y conservadores alemanes metieron al viejo y estimado Hindenburg de la República de Weimar en la Alemania de los años 30. Von Papen, Schleicher y otros consideraban que la manera más eficaz de controlar y utilizar al creciente nacionalsocialismo era amansarlo introduciéndolo en los mecanismos del Estado. La respuesta de ese error de cálculo nos la ha dictado la historia. No hace falta decir más. Introduciendo en el sistema a quién no cree en él más que para dinamitarlo desde dentro equivale a otorgarles que sean ellos quienes controlen a los demás y quienes perviertan las reglas de juego para impedir, una vez dentro, que cualesquiera otros les eche de allí. Porque el único objetivo que tienen es acabar con una democracia en la que no creen, con una libertad de pensamiento y de actitud política, religiosa, sexual, identitaria, en las que tampoco creen, o con una Unión Europea que detestan porque no controlan. Y por eso en ningún país de nuestro entorno europeo, desde la izquierda a los conservadores, se pacta con la extrema derecha. En ninguna parte y bajo ninguna circunstancia. Ni Merkel, ni Macron, ni Scholtz, ni Holanda, ni Suecia, ni Noruega, ni …

Y en España, como única salida al laberinto en el que el PP se ha metido, nos ha metido como país, porque esto afecta a mucho más que a Castilla y León, estamos más cerca de ver a la ultraderecha de VOX gobernando. “Formar gobierno” dijo ayer Abascal. Y hoy lo reafirmó su candidato en Castilla y León dejando claro qué quieren, cuándo lo quieren y cómo lo quieren. La medida de la tamaña estupidez de Casado y sus huestes pensando en su exclusivo interés partidista, frente a Ayuso en lo orgánico y como táctica copiada de VOX para asaltar la Moncloa, es este lodazal de la entrada en el gobierno de la ultraderecha. De aquellos polvos, estos lodos. Aunque a la manera quevediana suena mejor, “Sembré en la estéril arena, cogí vergüenza y afán”. Aún estamos a tiempo de reaccionar como sociedad y revertir la situación, pero debemos comenzar ya.