jueves, 27 de diciembre de 2018

EL HOMBRE QUE CAMINA


Lo señaló Gramsci: “La realidad está definida por palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad”. Por si hubiera quien todavía no se haya dado cuenta, este es el escenario real que dibuja la acción política de quien gobierna en Castrillón de unos años a esta parte.
La realidad cultural de Castrillón en los últimos días viene marcada por el intento de convertir un plagio en una obra original. Eso sí, parece que cargada de referencias. Es indudable que toda creación original llega de la mano de referencias que su autor/a considera modelos en los que inspirarse, bien dentro de la misma disciplina o bien desde fuera. Hay abundantes ejemplos en cualquier manifestación artística, en la escultura también. Pero lo que hace que esa creación sea única es que la apropiación de esas referencias se convierta en algo nuevo, algo distinto, algo que supere a lo ya existente o que abra nuevas opciones. Basta un vistazo rápido a la pieza El hombre que camina de Giacometti para darse cuenta que la única diferencia con la obra elegida por el jurado encabezado por alcaldesa y concejal de cultura como homenaje al surf es una tabla de surf, que además tampoco parece original. Porque El hombre que camina sí tiene pelo. Las rebuscadas ambigüedades lingüísticas con las que se pretende justificar el fallo del jurado en la elección de la estatua de homenaje al surf, dan lugar a una interesada indeterminación que nos impide entender realmente el alcance y los límites del problema, entre los que no es el menor validar con dinero público esta actuación. Pero hay otros de mayor calado.
Con IU en el gobierno de Castrillón se ha venido produciendo una especie de control y construcción de una hegemonía cultural, utilizada, entre otras cosas, para dar respaldo a la acción política. En esa estrategia han sido decisivas algunas figuras, entendidas como intelectuales orgánicos, que pretendiendo partir sólo de lo profesional han acabado adquiriendo tal rango de influencia política  que los ha convertido en protagonistas de todas las manifestaciones culturales. El concejal de cultura es, desde luego, por su doble condición de artista y político el mejor ejemplo, pero hay otros. Más que analizar ahora cómo se instrumentó esa estrategia, interesa esbozar siquiera algunas consecuencias de su aplicación en los diversos escenarios del ámbito de la cultura en Castrillón. En este sentido, la producción cultural, los criterios de evaluación y crítica, la valoración de los creadores, los contenidos de las obras y en general las preferencias culturales de buena parte de la ciudadanía fueron necesariamente influidas por esa estrategia. Con todo, la consecuencia más decisiva es que la cultura en Castrillón se ha convertido en un modo de ser y pensar petrificado e inamovible y con consistencia de relato indiscutido, en el que estar fuera de ese círculo hegemónico equivale a la reprobación o el ninguneo. Y la legitimación de ese quehacer cultural es utilizada como condición necesaria previa a la legitimación de la forma de hacer y entender el ejercicio de la política que IU viene desarrollando en Castrillón.
Se hace necesario un nuevo imaginario que recupere el talante tolerante y abierto a todas las ideas que una vez tuvimos en Castrillón. Y es necesario hacerlo desde la izquierda.