Hace varios años conocí a un cura viejo que utilizaba un símil muy de
andar por casa para valorar los cambios en la Iglesia. Es como un autobús, decía, que
desea girar en una carretera. Por ancha que ésta sea tarda mucho tiempo.
Hace tiempo que ese autobús no ha tenido reparación alguna ni se ha adaptado a
los nuevos modos y maneras de viajar. Pero parece que hay tímidos intentos de
hacerlo, o por lo menos eso se intenta vender por parte de ciertos sectores
demasiado almibarados con algunas figuras episcopales de reciente promoción y
que en Asturias conocemos tan bien.
La Conferencia Episcopal ha
publicado una Instrucción Pastoral sobre La
Iglesia, servidora de los pobres
aprobada en su última asamblea plenaria. Han tardado un año y medio en intentar
adaptar su magisterio a lo que el papa Francisco fundamentó tan nítidamente en
la Exhortación Apostólica Evagelii
Gaudium. El paso dado por los obispos españoles es importante pero no
suficiente. El documento es de lo más provechoso que ha emanado de la
Conferencia Episcopal en los últimos años, sin embargo deja zonas de cierta
oscuridad. La lectura somera del texto deja un cierto sabor agridulce porque se
queda a mitad de camino al recoger el sentido completo de la solidaridad que
Francisco manifiesta en la Evangelii
Gaudium, como “una reacción
espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino
universal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada. La
posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de
manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse
como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde” (EG, 189).
Nuestros obispos se quedan en la necesidad de repensar el concepto. Habrá que
darles tiempo. También para que sitúen la opción por los pobres como el eje
trasversal que debe orientar la labor de la Iglesia a todos los niveles,
diocesanos, parroquiales, catequéticos, formativos, etc …, tal como recoge la
Exhortación Apostólica de Francisco, porque este documento no lo reseña de
forma tan diáfana como debiera.
En el triunvirato que desde algunos sectores se ensalza como los
hombres de Francisco en España aparece con luz propia el arzobispo de Madrid,
Carlos Osoro. Se le sitúa, junto a Blázquez y Omella, encabezando la necesaria
renovación de la Iglesia de nuestro país. Parece una contradicción que una de
las grandes esperanzas episcopales, por no decir la mayor esperanza, sea el
arzobispo que en su paso por Asturias arrasó con la secular tradición social de
la Iglesia de Asturias. Me pregunto si en apenas diez años una mentalidad
eclesial puede cambiar tanto. Si ha sido así bienvenido, aunque habrá que
revisar conceptos. Si no ha sido así quizá es que en Asturias no le entendimos,
o quizá que sus decisiones en nuestra diócesis fueron fruto de ciertas animadversiones
personales más que de orientaciones pastorales.
Los obispos españoles apuestan por presentarse como
servidores de los pobres y es un paso importante, pero lo que se necesita es
más que una presentación, es una opción real por una reforma total en esa
línea. El título de este artículo está tomado del XXVII Encuentro de Cristian@s
de Base de Asturias que se celebra del 7 al 9 de Mayo en Gijón. Es un ejemplo
más, como tantos otros, porque hay realidades dentro de la Iglesia que llevan
años preocupados y ocupados por los pobres como centro y sentido de la Fe, tal
como el evangelio de Jesús manifiesta con tanta claridad.
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