Lo señaló Gramsci: “La realidad está definida por palabras. Por
lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad”. Por si
hubiera quien todavía no se haya dado cuenta, este es el escenario real que
dibuja la acción política de quien gobierna en Castrillón de unos años a esta
parte.
La realidad cultural de
Castrillón en los últimos días viene marcada por el intento de convertir un plagio
en una obra original. Eso sí, parece que cargada de referencias. Es indudable
que toda creación original llega de la mano de referencias que su autor/a
considera modelos en los que inspirarse, bien dentro de la misma disciplina o
bien desde fuera. Hay abundantes ejemplos en cualquier manifestación artística,
en la escultura también. Pero lo que hace que esa creación sea única es que la
apropiación de esas referencias se convierta en algo nuevo, algo distinto, algo
que supere a lo ya existente o que abra nuevas opciones. Basta un vistazo
rápido a la pieza El hombre que camina
de Giacometti para darse cuenta que la única diferencia con la obra elegida por
el jurado encabezado por alcaldesa y concejal de cultura como homenaje al surf
es una tabla de surf, que además tampoco parece original. Porque El hombre que camina sí tiene pelo. Las rebuscadas
ambigüedades lingüísticas con las que se pretende justificar el fallo del
jurado en la elección de la estatua de homenaje al surf, dan lugar a una
interesada indeterminación que nos impide entender realmente el alcance y los
límites del problema, entre los que no es el menor validar con dinero público
esta actuación. Pero hay otros de mayor calado.
Con IU en el gobierno de
Castrillón se ha venido produciendo una especie de control y construcción de
una hegemonía cultural, utilizada, entre otras cosas, para dar respaldo a la
acción política. En esa estrategia han sido decisivas algunas figuras,
entendidas como intelectuales orgánicos, que pretendiendo partir sólo de lo
profesional han acabado adquiriendo tal rango de influencia política que los ha convertido en protagonistas de
todas las manifestaciones culturales. El concejal de cultura es, desde luego,
por su doble condición de artista y político el mejor ejemplo, pero hay otros.
Más que analizar ahora cómo se instrumentó esa estrategia, interesa esbozar siquiera
algunas consecuencias de su aplicación en los diversos escenarios del ámbito de
la cultura en Castrillón. En este sentido, la producción cultural, los
criterios de evaluación y crítica, la valoración de los creadores, los
contenidos de las obras y en general las preferencias culturales de buena parte
de la ciudadanía fueron necesariamente influidas por esa estrategia. Con todo,
la consecuencia más decisiva es que la cultura en Castrillón se ha convertido
en un modo de ser y pensar petrificado e inamovible y con consistencia de
relato indiscutido, en el que estar fuera de ese círculo hegemónico equivale a
la reprobación o el ninguneo. Y la legitimación de ese quehacer cultural es utilizada
como condición necesaria previa a la legitimación de la forma de hacer y
entender el ejercicio de la política que IU viene desarrollando en Castrillón.
Se hace necesario un nuevo
imaginario que recupere el talante tolerante y abierto a todas las ideas que
una vez tuvimos en Castrillón. Y es necesario hacerlo desde la izquierda.
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