No todos los que somos cristianos vamos a ir o estamos de acuerdo con la manifestación convocada para mañana 17 de octubre en Madrid por asociaciones pro-vida y el foro de la famlia. Se está creando un estado de opinión según el cuál no asistir a la manifestación o no posicionarse favorablemente a ella, equivale, cuando menos, a mostrarse a favor del aborto. Y no es eso, no es eso. Creo que el aborto, cualquier aborto, es un fracaso de toda la sociedad, individual y colectivamente. Creo que la Iglesia debería buscar algo más que el horizonte penal (Camino dixit) como último recurso para defender el derecho a la vida. Creo que la Iglesia tendría que pisar el barro y los charcos que existen en tantas situaciones familiares y personales y ofrecer algo más que condena o salvación. La radicalidad del Evangelio se acerca más al perdón de quién se equivoca que a la amenaza de la condena eterna. Creo que la Iglesia no puede reclamar condenas en público al mismo tiempo que ofrece el perdón en la intimidad del confesionario.
Me quedo con una reflexión de Norberto Bobbio cuando hace unos años en Italia se generó un amplio debate en torno al aborto. Se preguntaba Bobbio en una entrevista algo así como que no se explicaba porqué la izquierda dejaba en manos de la derecha la exclusiva de la defensa de la vida. ¿Por qué sigue siendo así?
En fin, pese a todo, como Küng, me sigo sintiendo parte de esa Iglesia que debemos mejorar, pero me duele, me duele mucho y, a veces, más.
La Iglesia demasiadas veces esta alejada de la realidad social y eso le supone menor credibilidad y un alejamiento de la gente del cristianismo.
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