jueves, 12 de mayo de 2011

MONSEÑOR SANZ SE EQUIVOCA

A la vista del título, confío en que comenzar este artículo reconociendo mi condición de creyente cristiano no sea coartada para la descalificación de quienes defienden una presencia pública de la Iglesia basada en la articulación de un bloque ideológico y social, que reproduzca fielmente las directrices de la jerarquía. Tampoco creo necesaria más explicación que mi propia libertad, a las posibles reticencias de quienes defienden limitar dicha presencia pública de la Iglesia a las paredes de las sacristías y vean en este medio de expresar mi opinión una forma de exceder esa frontera. Interpretar los signos de los tiempos, tal como recomendó hacer a la Iglesia el Concilio Vaticano II, es aportar nuestra visión social cristiana al entorno más inmediato y cercano.
La carta semanal que el arzobispo Sanz dirige a los católicos asturianos entra de lleno en el fragor de la campaña electoral. La pregunta que da título a la misma, ¿Hay un voto católico?, pretende quedar sin respuesta dando por hecho la evidencia de que la Iglesia Católica no se presenta a las elecciones, pero en la práctica las palabras de monseñor Sanz se interpretan de forma inequívoca. Él mismo reconoce que no es neutral a la hora de evaluar los programas de los distintos partidos políticos, utilizando como referencia la mayor o menor cercanía de las propuestas programáticas respecto de la doctrina social de la Iglesia. En la práctica, las calibradas citas de la Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II más parecen la excusa sobre la que asentar una opinión previa, que referencias sobre las que edificar razonadamente orientaciones pastorales. Por no hablar del tufillo oportunista que rodea al hecho de utilizar como base de su argumentación exclusivamente documentos de un autor que ha sido recientemente beatificado. Nuestro arzobispo podría haber hecho referencia a algún documento de Pablo VI, que reconoce la variedad de opciones posibles en situaciones concretas, “una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes”. O podría haber hecho referencia a la Gaudium et Spes del Vaticano II, “...muchas veces sucederá que la propia concepción cristiana de la vida les inclinará en ciertos casos a elegir una determinada solución. Pero podrá suceder, como sucede frecuentemente y con todo derecho, que otros fieles, guiados por una no menor sinceridad, juzguen el mismo asunto de distinta manera”. O por acercarnos más en el tiempo, el propio Benedicto XVI en una exhortación apostólica del año 2007 afirma que “el cristiano laico en particular (…) está llamado a asumir directamente la propia responsabilidad política y social” y que “los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su propia conciencia”.
Uno de los síntomas de la crisis que afecta a la Iglesia es, sin lugar a dudas, el que tiene que ver con la relación entre la Iglesia y el mundo. El cristianismo no puede existir sin pretensión de universalidad y en este sentido la Iglesia no es un fin en sí misma, sólo tiene sentido al servicio de la transformación profunda y evangélica del mundo. Constreñir el camino de esa transformación a una uniformidad ideológica o política, nos lleva al absurdo de una iglesia jerárquica empeñada en atribuirse la custodia del orden moral natural universal como contrapartida a la pérdida de la hegemonía sobre el orden político, que desde la Modernidad prescindió de cualquier fuente de legitimación religiosa.
No debería confundir nuestro arzobispo su libertad para recordar a los fieles los principios de la ética católica, con el deseo de gobernar nuestras conciencias a la hora de emitir el voto o de ejercer cargos públicos. A la luz de la doctrina social de la Iglesia, no parece que la metodología de la moral o del magisterio social de la iglesia católica deba corresponderse con la aplicación autómata de principios generales, porque en el discernimiento ante situaciones concretas se hace imprescindible la mediación de la conciencia personal.

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