Pasado prácticamente un mes desde
la aparición del cuestionario con el que el papa Francisco desea conocer la
opinión del conjunto de obispos, parroquias y cristianos de base, acerca de un
conjunto de temas de suma importancia para la preparación del Sínodo
Extraordinario sobre pastoral familiar que tendrá lugar el próximo año, nada se
sabe aún sobre cómo la Iglesia española en general, y nuestra diócesis más
concrétamente en particular, piensan articular el mismo. Entiendo que lo harán
como siempre, es decir, circunscribiendo las respuestas a la doctrina oficial y
las opiniones externas al círculo habitual. Pero como interpreto los gestos que
hasta ahora está llevando a cabo el papa como el reflejo de que el “Nosotros”
es en él algo más que una palabra vacía de contenido; y como entiendo que el
conjunto de los fieles no somos solamente el objeto sino también el
destinatario de esas preguntas, me decido a publicar mis repuestas por si a
alguien le interesa.
SOBRE LA DIFUSIÓN DE LA
SAGRADA ESCRITURA Y DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA SOBRE LA FAMILIA.
1.- ¿Cuál es el conocimiento real de las enseñanzas de la Biblia, de la
“Gaudium et Spes”, de la “Familiaris consortio” y de otros documentos del
magisterio postconciliar sobre el valor de la familia según la Iglesia
Católica? ¿Cuál es la formación de nuestros fieles para la vida familiar según
las enseñanzas de la Iglesia?
Ciertamente es un conocimiento
bastante malo, por no decir inexistente. En general, el lenguaje de los
documentos eclesiales no ayuda a hacerlos comprensibles. Si a ello unimos que
los dos documentos que se citan expresamente tienen casi cincuenta años uno y
más de treinta el otro, estamos ante una constatación más de que en
las últimas décadas ha ido creciendo de forma exponencial la ruptura entre la
doctrina oficial y el sentir mayoritario de los y las creyentes. Creo
sinceramente que nadie duda en otorgar a la familia el valor inestimable que
realmente tiene, así como tampoco se puede obviar el déficit de formación que
los fieles tenemos, pero lo cierto es que la Iglesia encuentra grandes
dificultades en acomodar sus enseñanzas dentro de la realidad social que nos ha
tocado vivir.
2.- Allí donde la enseñanza de la Iglesia es conocida, ¿es aceptada
integralmente? ¿Hay dificultades en ponerla en práctica? ¿Cuáles?
Pues sinceramente creo que no,
que no es aceptada. Los tiempos han cambiado mucho, muchísimo, en poco tiempo
en todo lo relacionado con la familia, el matrimonio, la procreación.
Prohibición y pecado son los dos pilares básicos en los que se asienta una
pastoral familiar, a la que se ha hecho girar en torno al uso o no de
preservativos, en torno a la prohibición de las relaciones sexuales antes del
matrimonio y en torno a una castidad mal entendida que interpreta todo lo
relativo al sexo como pecaminoso. Cuando lo más sagrado está en juego, no
podemos permitirnos “cuidar” la vida repitiendo esquemas del pasado. Tengo el
firme convencimiento de que el Espíritu de la Vida no puede ser encerrado en
una doctrina o en un texto que lo encorsete.
3.- ¿Cómo es difundida la enseñanza de la Iglesia en el contexto de los
programas pastorales en el ámbito nacional, diocesano, parroquial? ¿Qué
catequesis se hace sobre la familia?
Algo reseñé ya en la respuesta
anterior. Creo que el planteamiento nace erróneo ya en su raíz al plantear la
familia cristiana como la única posible frente a otras formas de familia, y
además planteando un modelo de familia cristiana muy concreto y generalmente vinculado
a los nuevos movimientos cristianos. Existen algunas realidades parroquiales
que, optando por una catequesis sobre la familia más cercana a compartir una
experiencia que a la imposición de una doctrina o la asunción de un recetario,
constatan que la pastoral familiar debe basarse en el respeto, la libertad y la
acogida y no en el adoctrinamiento y la prohibición.
4.- ¿En qué medida –concretamente sobre qué aspectos- tal enseñanza es
realmente conocida, aceptada, rechazada y/o criticada en ambientes extra
eclesiales? ¿Cuáles son los factores
culturales que obstaculizan la plena recepción de la enseñanza de la Iglesia
sobre la familia?
Los rápidos cambios en poco
tiempo han ido construyendo una sociedad que culturalmente ya no refleja lo que
la Iglesia como institución ha venido defendiendo históricamente. Mientras la
Iglesia siga utilizando “verdades” y “normas” antes que palabras de aliento y
misericordia, seguirá poniéndose obstáculos para la vida en sociedad. Defender
los valores de la familia cristiana no puede suponer atacar otras formas de
vida u otros modelos de familia.
SOBRE EL MATRIMONIO DE
ACUERDO CON LA LEY NATURAL
5.- ¿Qué lugar ocupa el concepto de ley natural en la cultura civil,
tanto en ámbito institucional, educativo y académico, como en ámbito popular?
¿Qué ópticas antropológicas se sobreentienden en este debate sobre el
fundamento natural de la familia?
La idea misma de “ley natural” implica, como supuesto previo, que
existe una naturaleza común y esencial que es igual en todos los seres humanos,
independientemente de las condiciones históricas y culturales. Dudo mucho que
las exigencias de la moral católica (o de cualquier otra) formen parte de ese
corpus de cosas naturales y esenciales. En este sentido y con respecto a la
primera pregunta, creo que en la práctica totalidad de esos ámbitos y otros el
concepto de “ley natural” ya no ocupa ningún lugar.
Sobre la segunda cuestión puedo
responder sobre mi propia óptica. La familia ha sido el ámbito en el que me he
educado en la Fe, el respeto, la acogida. El ámbito en el que me he
desarrollado como persona y así intentamos que sea la que nosotros hemos
formado; orientada a la vida y a la construcción de una sociedad más justa; fundada
sobre la base de personas que se aman y que deciden vivir una vida en común teniendo
como referencia ética libremente adoptada el Evangelio de Jesús. Creo que sin familia no existiría sociedad y
por eso es necesario que sea una institución reconocida en el ordenamiento
jurídico.
6.- El concepto de ley natural con relación a la unión entre el hombre
y la mujer ¿es comúnmente aceptado como tal de parte de los bautizados en
general?
En tanto que la unión entre un
hombre y una mujer responde a la ley natural tal como la consideré en la
respuesta anterior, sí. Con idéntica consideración, responden a la ley natural
otro tipo de uniones que son aceptadas por un número no menor de bautizados
pese a que la Iglesia las condena al fuego eterno, entrando en contradicción
con la “ley natural” que se reseña en la pregunta, que Santo Tomás consideraba
“una apelación a la conciencia y a la libertad”.
7.- ¿Cómo es contestada en la práctica y en la teoría la ley natural
sobre la unión entre hombre y mujer en vistas de la formación de una familia?
¿Cómo es propuesta y profundizada en los organismos civiles?
Los organismos civiles amparan y
respetan las uniones entre dos personas que derivan en la formación de una
familia, ya sean religiosas, civiles, de hecho. Lo que creo que es un
reduccionismo empobrecedor es que la Iglesia no reconozca otra cosa que la
unión matrimonial sacramental. Ante nuestros ojos el modelo familiar está
cambiando constantemente. Familias sin hijos, familias monoparentales, familias
con hijos/as de diversos padres/madres, familias de personas del mismo sexo.
Creo que en el sistema económico actual bastante tenemos con vivir cada día y
salir adelante, como para que la Iglesia hable mal de las nuevas formas de
familia. Me atrevo a utilizar en este contexto las palabras de Francisco, “Evangelio
antes que doctrina”.
8.- En el caso de que pidan el matrimonio los bautizados no
practicantes o quienes se declaran no creyentes, ¿cómo afrontar los desafíos
pastorales que deriven de ello?
Creo que el desafío de la
pastoral familiar, como el de cualquier otro tipo de pastoral, está en alcanzar
el trato lo más personalizado posible con el destinatario de la acción.
Proponer y no imponer, porque la imposición es lo más alejado del Evangelio,
con seguridad ayudaría a conocer las razones de un bautizado para no practicar
y las de un no creyente para declararse como tal. Superar los desafíos
pastorales que se le presentan a la Iglesia tiene mucho que ver, por tanto, con
su capacidad para proponer su modelo de vida matrimonial, de educación de los
hijos/as y de vida cristiana, al tiempo que respeta otros modelos. Y todo ello
en un contexto social en el que la Iglesia no debería dictar sino acompañar.
LA PASTORAL DE LA
FAMILIA EN EL CONTEXTO DE LA EVANGELIZACIÓN
9.- ¿Cuáles son las experiencias surgidas en los últimos años en orden
a la preparación al matrimonio? ¿De qué manera se ha intentado estimular el
deber de evangelización de los esposos y de la familia? ¿De qué manera
promocionar la conciencia de la familia como “Iglesia doméstica”?
La experiencia que conozco más
directamente y de la que puedo hablar es la de mi parroquia. La preparación al
matrimonio se afronta con encuentros personales en los que el objetivo es
compartir una experiencia de convivencia desde la Fe. Puedo asegurar en primera
persona que muchas veces surgen experiencias profundas de convivencia previas a
una unión matrimonial que la Iglesia no siempre tiene en cuenta. Evidentemente
es una acción condicionada por el modo de vivir la Fe de quien lo comparte. En
este punto creo que hay que considerar la imagen que llega a la sociedad,
tamizada la mayoría de las veces por el error de entender las familias
cristianas únicamente desde una óptica, pues existe un cliché determinado sobre
lo que significa la familia cristiana alentado desde una parte de la institución
eclesiástica de forma interesada.
10.- ¿Se ha conseguido proponer estilos de plegaria en familia que
consigan resistir a la complejidad de la vida y cultura actuales?
No puedo responder a esta
pregunta. Con total sinceridad, no rezamos en familia y no por ello me siento
menos creyente.
11.- En la crisis actual entre generaciones, ¿cómo las familias cristianas
han sabido realizar la propia vocación de transmisión de la Fe?
Entiendo la trasmisión de la Fe a
través del ejemplo de vida conforme a un conjunto de valores que sirven para la
convivencia y que tienen su fundamento ético en el Evangelio. Así he crecido en
el seno de mi familia de niño y así intentamos que sea la que nosotros hemos
formado. Creo que la propuesta de familia cristiana sigue teniendo validez en
la sociedad actual, dentro del conjunto de las distintas propuestas culturales
y sociales. Y más validez tendrá en tanto en cuanto seamos capaces de trasmitir
una experiencia normalizada de vida en sociedad, incardinados en el mundo que
nos ha tocado vivir y no contra él.
12.- ¿En qué manera las iglesias locales y los movimientos de
espiritualidad familiar han sabido crear caminos ejemplares?
Creo que del tono de lo
contestado hasta ahora se desprende que considero que todas las respuestas son
válidas y efectivas en mayor o menor medida. El riesgo está en creer que existe
un único camino válido para una familia cristiana y que ese camino es el
propio.
13.- ¿Cuál es la aportación específica que parejas y familias han
conseguido dar respecto a la difusión de una visión integral de la pareja y de
la familia cristiana que sea actualmente creíble?
El ejemplo de vida. El ejemplo en
la forma de vivir una vida incardinada en su tiempo.
14.- ¿Qué atención pastoral ha manifestado la Iglesia para apoyar el camino
de las parejas en la formación y de las parejas en crisis?
Creo que como en tantas otras
cuestiones la Iglesia ofrece una doble respuesta. La respuesta de la
institución y la respuesta individual. La respuesta de la institución en la
formación es adoctrinamiento y en las crisis vacío, soledad y desamparo. La
respuesta individual de algunos/as consagrados/as y/o laicos se acerca más en
lo personal al amor, la comprensión, el perdón mutuo, la reconciliación y, en
su caso, el acompañamiento en los momentos duros y difíciles de un divorcio o
una separación.
SOBRE LA PASTORAL PARA
AFRONTAR ALGUNAS SITUACIONES MATRIMONIALES DIFÍCILES
15.- La convivencia “ad experimentum” (experimental), ¿es una realidad
pastoral de relieve en la Iglesia particular (local)? ¿En qué porcentaje se
podría estimar numéricamente?
Desde luego que no es una
realidad pastoral, desgraciadamente. En cambio es una realidad social frente a
la que la Iglesia hasta ahora sólo ha sabido responder con la negación. No creo que el número importe. Una sola pareja
que decidiese compartir su vida “ad experimentum”, como se define en la
pregunta, debería ser importante para la Iglesia, porque donde hay Amor hay
Sacramento y no siempre donde hay Sacramento hay Amor, por canónicamente casados
que estén.
16.- ¿Existen uniones libres de hecho, sin reconocimiento ni religioso
ni civil? ¿Hay datos estadísticos fiables?
Desde luego que existen. Es una
realidad totalmente asentada en la sociedad actual
17.- Los separados y divorciados que se vuelven a casar ¿son una
realidad pastoral relevante en la Iglesia particular? ¿En qué porcentaje se
podría estimar numéricamente? ¿Cómo se afronta esta realidad a través de
programas pastorales adecuados?
Son una realidad bastante
relevante. Otra cosa es que lo sean pastoralmente, como en la pregunta referida
a la convivencia experimental. Pese a la respuesta individualizada de
acompañamiento de no pocos sacerdotes, la respuesta de la Iglesia institución
acaba por empujar al abandono de la práctica a la mayoría. Las trabas canónicas
para quienes han visto fracasado su matrimonio y quieren rehacer su vida provocan
que la Iglesia añada dolor al dolor.
18.- En todos estos casos, ¿cómo viven los bautizados sus
irregularidades? ¿Son conscientes de ellas? ¿Manifiestan simplemente
indiferencia? ¿Se sienten marginados y viven con sufrimiento la imposibilidad
de recibir los sacramentos?
Definir como “irregularidades”
realidades vitales por las que muchas personas creyentes pasan, proporciona un perfil aproximado del
tipo de preguntas que la Iglesia sigue haciendo empeñada en la búsqueda de
respuestas que se adecúen a lo que quiere oír, no a lo que realmente preocupa y
ocupa a los bautizados. Dicho esto, claro que estas personas se sienten
marginadas y fruto de esa sensación de abandono acaba apareciendo la
indiferencia.
19.- ¿Cuáles son las peticiones que las personas divorciadas y vueltas
a casar dirigen a la Iglesia, respecto a los sacramentos de la Eucaristía y de
la Reconciliación? Entre las personas que se encuentran en esta situación,
¿Cuántas piden estos sacramentos?
Desconozco directamente cuáles
puedan ser las peticiones concretas de divorciados vueltos a casar con respecto
a esos Sacramentos, pero intuyo que no muy diferentes a las de cualquier otro
creyente. Negar el sacramento con la excusa de la licitud moral de una opción
tomada y vivida, en la mayoría de los casos, como una experiencia dolorosa no
parece el mejor camino para ayudar a superar un fracaso.
20.- ¿La simplificación de la praxis canónica, respecto al
reconocimiento de la declaración de anulación del vínculo matrimonial podría
ofrecer una real contribución positiva para la solución de los problemas de las
personas implicadas? En caso afirmativo, ¿de qué manera?
En una ocasión escuché a un
responsable de un tribunal diocesano que dirime estos asuntos decir que la
Iglesia en estos procesos no anula, si no que declara nulo. Remarcaba la
diferencia en que si se anula algo, se
da por hecho que ese algo ha existido en algún momento. Declarando nulo algo se
niega de raíz, y también de pleno derecho, el hecho mismo de su existencia.
Parece que la Iglesia necesita borrar los “pecados” en lugar de perdonarlos,
más aún parece que sólo admite “a los sin mancha” en lugar de cobijar a todo
aquél que siente la necesidad de abrigo. Si la única solución es “simplificar
la praxis canónica”, bajo ese eufemismo
se esconde la incapacidad para llegar a las periferias y se antepone la
doctrina al Evangelio.
21.- ¿Existe una pastoral para
acercarse a estos casos? ¿Cómo se desarrolla tal actividad pastoral? ¿Existen
programas sobre ello en ámbitos nacional y diocesano? ¿Cómo se anuncia a
separados y divorciados vueltos a casar la misericordia de Dios y cómo se
concreta el sostén de la Iglesia en su camino de fe?
Desde luego en mi diócesis no
existe tal pastoral. Como en alguna otra respuesta anterior ya reseñé, lo que
se dan son actuaciones individuales de determinados sacerdotes, religiosos/as y
algunos laicos de acompañamiento, acogida y escucha a estas personas, pero que
no responde a una acción conjunta ni mucho menos de integración en una
actividad pastoral.
SOBRE LAS UNIONES DE
PERSONAS DEL MISMO SEXO
22.- ¿Existe en vuestro país una ley civil que reconozca las uniones de
personas del mismo sexo equiparadas de alguna manera al matrimonio?
Desde el año 2005
23.- ¿Cuál es la actitud de las Iglesias particulares y locales tanto
frente al Estado Civil promotor de uniones civiles entre personas del mismo
sexo, como frente a las personas implicadas en este tipo de unión?
Siendo moderado en la respuesta,
diría que la actitud es mejorable. En España la Iglesia ha protagonizado
episodios verdaderamente lamentables de pública manifestación contra el
matrimonio de personas del mismo sexo, absolutamente politizados y alejados del
Amor al prójimo del Mensaje de Jesús. Las convocatorias a las “familias
cristianas” para celebrar la festividad de la Sagrada Familia en la plaza de
Colón en Madrid, han retratado una Iglesia española de obispos intransigentes y
de bases que reproducen miméticamente sus directrices, en lugar de trasladar la
validez del mensaje del Evangelio para construir una sociedad mejor ENTRE
TODOS.
24.- ¿Qué atención pastoral es posible tener hacia las personas que han
elegido vivir según este tipo de uniones?
No sólo es posible, si no
imprescindible tener la misma atención que se tiene para con cualquier
bautizado, exactamente la misma. En esta cuestión, como en tantas otras, la
Iglesia debería preceder a la sociedad, en cambio ha habido demasiadas
declaraciones de obispos, con sus respectivos corifeos, considerando a los
homosexuales como enfermos, desviados, por una interpretación rigorista de
textos del Antiguo Testamento y de San Pablo. La inmensa mayoría de hombres y
mujeres de nuestra sociedad, creyentes o no creyentes, no podemos hoy
comprender esa obsesión, esa hostilidad.
25.- En el caso de uniones de personas del mismo sexo que haya adoptado
niños, ¿cómo comportarse en vistas a la transmisión de la fe?
Una acotación inicial, al hilo también del tema de los niños. ¿Qué
impide que la unión de personas del mismo sexo se llame “matrimonio”? ¿Acaso no
se llaman “matrimonio” aquellas uniones heterosexuales que, conscientemente y
sin mediar causas físicas, no van a tener hijos? Como creyente cristiano, o
precisamente por ello, no tengo ningún impedimento en definir como matrimonio
lo que a lo largo de estas preguntas ha sido reseñado como “uniones”. La
Iglesia no debe dejar de proponer su modelo de familia cristiana como válido,
respetable y bueno para el mundo de hoy, pero sin condenar a las penas del
infierno otras realidades.
Respecto a lo que se plantea contestaría
como en la pregunta anterior. Exactamente igual que con cualquier bautizado y
ello redundaría en normalizar la presencia dentro de la Iglesia de personas
homosexuales. Es el amor lo que nos hace humanos y divinos. Es el Amor lo que
hace el Sacramento.
SOBRE LA EDUCACIÓN DE
LOS HIJOS EN EL SENO DE SITUACIONES MATRIMONIALES IRREGULARES
26.- ¿Cuál es en estos casos la proporción estimada de niños y
adolescentes con relación a los niños nacidos y crecidos en familias
regularmente constituidas?
27.- ¿Con qué actitud los padres se dirigen a la Iglesia? ¿Qué
solicitan? ¿Solo los sacramentos o también la catequesis y la enseñanza en
general de la religión?
28.- ¿De qué manera las Iglesias particulares se acercan a la necesidad
de los padres de estos niños para ofrecer una educación cristiana a los propios
hijos?
29.- ¿Cómo se desarrolla la práctica sacramental en estos casos: la
preparación, administración del sacramento y el acompañamiento?
Este bloque de preguntas, la
propia formulación del mismo, me sugiere una reflexión con la que doy por
respondidas todas las preguntas. Creo que este lenguaje –regular, irregular- es
totalmente desacertado, más aún es hiriente y puede llegar a causar mucho daño.
Hace daño a un niño/a oír que ha nacido en el seno de un matrimonio o de una
familia “irregular”. Y desde luego, hace daño a sus padres fueren los que
fueren. No hace daño sentirse una excepción, sentirse diferente, lo que hace
daño es ser censurado por ello. La Iglesia a la que quiero pertenecer no está
para definir lo que es regular y lo que es irregular, sino para acompañar,
animar, sostener a cada persona tal como es allí donde está. Creo que los
sacramentos han de vivirse en el día a día y antes que preocuparnos por enseñar
los preceptos, debemos ocuparnos en vivir con Amor y Misericordia.
SOBRE LA APERTURA DE
LOS ESPOSOS A LA VIDA
30.- ¿Cuál es el conocimiento real que los cristianos tienen de la
doctrina de la (encíclica) “Humanae Vitae” sobre la paternidad responsable?
¿Qué conciencia hay de la evaluación moral de los distintos métodos de
regulación de los nacimientos? ¿Qué profundizaciones se podrían sugerir sobre
ello desde el punto de vista pastoral?
Pablo VI promulgó la “Humanae
Vitae” en 1968. 45 años parecen muchos para mantener en el tiempo una doctrina
ya polémica en su tiempo y que realmente tanto hizo sufrir a la generación de
nuestros padres, porque la visión eclesiástica sobre la paternidad responsable
es, básicamente, la prohibición de cualquier uso de método anticonceptivo
y “tener todos los hijos que Dios
quiera”. Hoy nadie la comprende y casi nadie la cumple entre los mismos
católicos. Más aún, pocos sacerdotes se atreven a exponerla todavía. Ya no
tiene sentido afirmar que la relación sexual haya de estar necesariamente
abierta a la reproducción. Ya no tiene sentido seguir distinguiendo entre
métodos naturales y artificiales y menos todavía condenar un método porque sea
artificial.
31.- ¿La doctrina moral es aceptada? ¿Cuáles son los aspectos más
problemáticos que hacen difícil su aceptación en la mayoría de las parejas?
Hacer doctrina sobre parejas sin
tener en cuenta a las parejas supone tener un conjunto de normas saturadas de
prohibiciones absurdas, planteadas por personas que jamás han tenido que
afrontar estas cuestiones. Creo que el reto que la Iglesia tiene ante sí en lo
que a doctrina moral se refiere está en asumir que en nuestros días asistimos a
un cambio trascendental en todo lo que tiene que ver con la sexualidad y la
reproducción: la relación sexual ha dejado de ser necesaria para la
reproducción. Es un cambio tecnológico que trae consigo un cambio antropológico
y que requiere un nuevo paradigma moral, porque la sexualidad y la vida siguen
siendo tan sagradas como siempre y debemos cuidarlas y necesitamos que la
palabra de la Iglesia sea luz, pero el criterio y las normas de la “Humanae
Vitae” no ayudan a ello, más bien dificultan.
32.- ¿Qué métodos naturales se promueven de parte de las Iglesias
particulares para ayudar a los cónyuges a poner en práctica la doctrina de la
“Humanae Vitae”?
Insisto en el anacronismo de una
doctrina que hoy ni se comprende ni se cumple.
33.- ¿Qué experiencia hay sobre esta cuestión en la praxis del
sacramento de la penitencia y en la participación en la eucaristía?
Hay cuestiones que la Iglesia
sigue considerando necesario escuchar en el confesionario, en lugar de hablar
de ellas y afrontarlas con libertad y confianza. El uso de métodos
anticonceptivos y las relaciones sexuales previas al matrimonio son dos de
ellas, pues son puntos de fricción de la moral impuesta. No creo que deban
formar parte de la praxis del sacramento de la penitencia, pues en tanto actos
consentidos, deseados, responsables y acordes con la toma en consideración en
conciencia de que cada uno, son una expresión de amor hacia la otra persona.
34.- ¿Qué contrastes se evidencian entre la doctrina de la Iglesia y la
educación civil a este respecto?
La doctrina oficial de la Iglesia
está muy por detrás.
35.- ¿Cómo promover una mentalidad mayormente abierta a la natalidad?
¿Cómo favorecer el aumento de los nacimientos?
Con una concepción en la que las
relaciones sexuales sean una expresión de amor hacia la otra persona, dejando
de considerar todo lo relacionado con el sexo como algo pecaminoso. Dándole al
concepto de paternidad responsable su auténtica dimensión, poniéndola en
relación con las circunstancias económicas y sociales adecuadas para que la
natalidad sea un acto realmente responsable. Que la Iglesia sea altavoz en la
denuncia de situaciones económicas, laborales, sociales injustas que impiden el
desarrollo familiar en todos sus términos, porque el mantenimiento de esas situaciones
injustas es más contrario al Evangelio que los “pecados de la carne”.
SOBRE LA RELACIÓN ENTRE
LA FAMILIA Y LA PERSONA
36.- Jesucristo revela el misterio y la vocación del hombre: ¿la
familia es un lugar privilegiado para que esto suceda?
Desde luego que sí. En cualquier
situación familiar, en cualquier modelo de familia, en cualquier circunstancia
personal Jesús sigue saliendo a nuestro encuentro.
37.- ¿Cuáles situaciones críticas de la familia en el mundo actual
pueden constituir un obstáculo para el encuentro de la persona con Cristo?
Todas aquellas derivadas de encerrarnos
en nosotros mismos, en nuestras ideas, en nuestras normas, en nuestros miedos y
nuestras sombras, que es lo único que nos aleja del otro y de Dios.
39.- ¿En qué medida la crisis de fe que pueden sufrir las personas
inciden en su vida familiar?
En la medida en que la fe forme
parte de la vida da las personas. Somos seres sociales y como tal cualquier
crisis de fe incide en nuestra realidad social y familiar.
OTROS DESAFÍOS Y
PROPUESTAS
40.- ¿Existen otros desafíos y propuestas respecto a los temas tratados
en este cuestionario, que sean consideradas como urgentes o útiles de parte de
los destinatarios?
Reconozco no ser original en el
uso del término, pero me parece tan necesario que no puedo dejar de remarcarlo.
El mayor desafío es llegar a las “periferias” para que así la Iglesia sea más
participativa, más acogedora y esté más pendiente de los sufrimientos y los
anhelos humanos. Y que las respuestas que se den a este cuestionario, todas
ellas, sean tenidas en cuenta y puedan ayudar a ello.
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