viernes, 19 de octubre de 2018

LA MENTIRA COMO ESTRATEGIA POLÍTICA DEL PORTAVOZ DE I.U. EN CASTRILLÓN


“La mentira más devastadora es aquella
con la que un hombre se engaña a sí mismo”
Friedrich Nietzsche

“Ningún legado es tan rico como la honestidad”
William Shakespeare

Entiendo la política como una herramienta de transformación que posibilita mejorar la vida y condiciones de nuestros semejantes. Es innegable que ésta es la manera de concebirla para una gran cantidad de mujeres y hombres que se dedican a ella. Sin embargo, también hay quien la ejerce según los modos y maneras de uno de los más famosos aforismos de Voltaire, ¿es la política otra cosa que el arte de mentir deliberadamente? Un buen ejemplo lo tenemos en nuestro concejo. Tengo pocas dudas acerca del pedigrí volteriano del portavoz municipal de IU en Castrillón, el señor Garrido. La falta de compromiso con la verdad que sus declaraciones transmiten genera un fenómeno de confusión ciudadana que, sin ninguna duda, tarde o temprano cobrará su factura. Y es que conforme avanzamos hacia el final de esta legislatura municipal, que será la última de su trayectoria en la política activa según él mismo repite machaconamente en todos los plenos, el engaño y la mentira van en aumento a una velocidad de vértigo.

Una de las características que define la política de la postverdad, tan de moda desde hace unos años en cierta izquierda, es utilizar circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes a la hora de modelar la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a las creencias personales. Engañar, ocultar o tergiversar, evitan entrar en el debate de las ideas y soslayan la legítima discrepancia política. En cambio, facilitan cualquier construcción ideológica fundamentada en la simple creencia que, a fuerza de no ser cuestionable, acaba convirtiéndose en una mera cuestión de fe. Concebir la praxis política como una dicotomía entre ideas o creencias es uno de los síntomas que diagnostica una excesiva permanencia ostentando el poder. Para entender mejor lo que pretendo decir, me atrevo a recomendarle al sr. Garrido, desde el máximo respeto a sus preferencias literarias, una aproximación a Ortega porque define muy bien esa diferencia, “las ideas se tienen porque nos hemos adherido a ellas, pero en las creencias se está: las habitamos de forma irreflexiva”. En definitiva, una especie de o conmigo o contra mí tan del gusto del gulag.

Hace tiempo, hace demasiado tiempo, que en Castrillón hay mucho de eso. Quizá ya va siendo hora de decirle al rey que va desnudo, aún a riesgo de recibir distintos tipos de  insultos y agravios vociferados, eso sí, desde un despacho oficial. Mientras las tornas no cambien, tengamos la certeza de que el engaño, la ocultación o la tergiversación, seguirán siendo parte consustancial del adoctrinamiento.

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