¿Qué podemos hacer? Los hechos
del misionero Ángel Olaran en el norte de Etiopía es el título de un
libro cuya parte más substancial detalla los múltiples propósitos y quehaceres
de la Misión de Wukro, en el norte de Eitopía, al frente de la que se encuentra
Ángel Olaran, sacerdote de Hernani que pertenece a los Misioneros de África,
comúnmente conocidos como Padres Blancos. Olaran llegó a Wukro en 1991, siete
años después de la hambruna que asoló África y que en Etiopía provocó la muerte
de 1 millón de personas, para abrir una escuela secundaria que se puso en
marcha cuatro años más tarde en 1995. En estos veinte años la misión de Wukro
ha recorrido un largo camino cuyo fruto más relevante es la Escuela de
Agricultura, un modelo a imitar en cuanto a organización, pedagogía y
experimentación y que es la gran aportación para renovar la agricultura de una
región eminentemente agrícola. La respuesta de Olaran al interrogante que da
título al libro es muy sencilla: “Cada
uno debe encontrar su propio camino. Cómo hemos de actuar, no lo sé. Sólo sé
que no podemos no hacer nada. Cada cual es responsable de cómo hacerlo”
En el mes en el que la iglesia
católica desarrolla a través de Manos Unidas la llamada campaña contra el
hambre me surge una duda razonable: ¿estamos los creyentes cristianos dando
pasos en la dirección adecuada para luchar con los empobrecidos contra la
injusticia? Porque sólo cuando nos identificamos con el sufrimiento del otro,
cuando el sufrimiento del otro ya es tuyo, la acción que se deriva de ello
alcanza el valor cristiano fundamental. Desde la atalaya de una fe comprometida
resulta sencillo compartir bienes cuando vemos una necesidad, incluso sin
acudir a la fe para fundamentarlo. Lo que ya no resulta tan sencillo es alojar
al Huésped. Tengo la sensación general de que nuestra iglesia en España habla
de Dios pero no enseña a alojar a Jesús en nuestra casa. Eso sí, hay que ser
solidarios y en casi todas las parroquias encontraremos grupos más o menos
comprometidos en campañas y celebraciones, pero no siempre en procesos evangelizadores
que enseñen a alojar al Huésped.
Dicen quienes le conocen bien que
Ángel Olaran es un hombre de pocas palabras, que habla con sus actos, pero que
cuando habla dice las cosas muy claramente: “En
España te piden si puedes decir la misa de 11, donde no conoces a nadie, donde
no se conocen entre ellos, y lo único que esperan es que seas breve. Para mí no
es así como debería ser una misa. Prefiero decirla entre conocidos con quienes
puedo hablar y rezar juntos. Es la fe de la comunidad la que da vida a las
palabras del sacerdote. Mi iglesia es la calle y mis altares las casas de la
gente”. Ahí está la diferencia entre quien abre el corazón y aloja al
Huésped y quien tranquiliza la conciencia con el donativo y el trabajo
solidario.
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